Francesa, catalana y occitana
Collioure es francesa, catalana y occitana; fue mallorquina, aragonesa y española; y siempre ha sido Mediterránea. El mar es la esencia de Collioure, y en torno al mar, a una bahía a la que dan forma las últimas estribaciones de los Pirineos, nació este pueblecito de menos de 3.000 habitantes cuyas casas de colores, su puerto y su imponente castillo sirvieron de inspiración para pintores de la talla de Picasso, Georges Braque o Matisse, y de último refugio para intelectuales republicanos como el poeta Antonio Machado, que murió al mes de haber hallado exilio en el pueblo y que allí está enterrado.
¿Pasado vasco?
Como curiosidad, algunas fuentes señalan que Collioure fue en tiempos Kaukoliberri, Villanueva de la Cau en euskera, pero más allá de esta teoría, el único rastro vasco en la zona es el que dejan algunos de los muchos turistas que recibe este postrero apéndice de la Costa Brava, que en Francia es la Costa Bermeja, y justo a partir del cual se extiende una inmensa llanura que llega prácticamente hasta Montpellier.
Pero vayamos al grano. Collioure es un lugar de esos en los que se disfruta del conjunto, más que de espacios concretos, que los hay en todo caso, así que lo mejor es dejarse llevar, pasear y dejar que esos hitos nos vayan surgiendo por el camino.
El barrio de Mouré y la Ruta del Fauvismo
En Colliure no se puede aparcar en cualquier lado, así que una buena opción es dejar el coche en la parte alta del pueblo, por ejemplo al final de la Avenue du Miradou, y bajar paseando hasta el puerto a través del barrio de Mouré, un laberinto de pequeñas calles, con edificios pintados de suaves tonalidades pastel o de vivos azules, donde entre tiendas de souvenirs y restaurantes proliferan las galerías de arte, herencia de ese pasado no tan lejano en el que los más grandes pintores recalaron en el pueblo para plasmarlo, cada cual a su manera, sobre un lienzo. Hay también visitas guiadas, como la Ruta del Fauvismo, con una veintena de reproducciones de cuadros de Matisse y Derain, pintados en el pueblo hace más de un siglo. De hecho, este movimiento encontró en Collioure el escenario perfecto para desarrollar ese estilo caracterizado por el protagonismo del color sobre el dibujo.
En todo caso, la esencia y el alma de Mouré no son ya las del barrio de pescadores de un pequeño puerto del sur de Francia que atrajo a la bohemia francesa, sino la de un destino turístico a veces incluso masificado, sobre todo cuando el tiempo y el calendario acompañan, pero, al fin y al cabo, si se va allí en Semana Santa o en verano es porque también se es parte del problema, y a la vez parte del sustento de este pueblo que hoy día tiene en el turismo su principal fuente de ingresos.
La postal de Collioure
El espacio se despeja un poco al atravesar la Rue de l’Église. El espacio se abre y aparece ante el visitante la postal por excelencia de Collioure, en el Boulevard du Boramar, frente a la bahía. A la izquierda se erige la iglesia de Notre-Dame-des-Anges, construida en 1684, y su campanario, una torre que en su día fue faro y prisión, hasta que se unió al templo, y en la que destaca el color rosado de su cúpula.
El instinto visual invita a seguir, a través de un esbelto espigón, hasta la península, antaño isla, donde está la capilla de Saint-Vincent, de 1701, y en la que al parecer el santo que le da nombre sufrió martirio hace cerca de 1.800 años. El espigón gira aquí a la derecha y termina en el faro que señala el acceso a la bahía, cuyo paso está cerrado por una valla en la que, a modo de prueba del carácter turístico del pueblo, decenas de candados dan fe del amor que se profesan las parejas que vienen de vacaciones a este romántico destino.
Aquí se come bien
Desandado el camino para volver al Boulevard du Boramar, los restaurantes con terraza invitan a disfrutar más reposadamente de la postal antes mencionada frente a una lubina, una merluza asada, un pulpo o una mariscada. Hay que decir que en Collioure, pueblo experimentado a la hora de manejar el pescado, se come francamente bien, porque al buen gusto francés en la mesa se suma la tradición catalana, hasta el punto de que el producto estrella de la localidad son las anchoas, y la escalivada puede aparecer en cualquier momento como guarnición de una comanda. Es además un lugar rodeado de viñedos, que nutren las bodegas de los restaurantes con caldos de denominación propia. La Garnacha negra, Mourvèdre, Syrah, Cariñena y Cinsaut son las variedades de uva de la zona, la materia prima de sus tintos.
El puerto y el Castillo Real
Llena ya la panza, es hora de visitar el puerto de Collioure, una fortaleza donde se refugian pequeños y coloridos barcos de pesca, y que proporciona protección al verdadero bastión del pueblo; el Castillo Real, construido por los condes de Barcelona y los reyes de Aragón y que llegó a ser la residencia de verano de los reyes de Mallorca. Catalogado como monumento histórico en 1922, está abierto al público y en su interior se celebran los eventos más representativos de la localidad.
El fuerte de Saint-Elme y Port-Vendres
Al rodear el castillo la bahía se ensancha y desde la playa de Port d’Avall el fuerte de Saint-Elme, coronando la vista desde lo alto de la colina, invita a conocer la historia militar francesa. Al edificio, construido durante el reinado de Carlos V y hoy día de propiedad privada, aunque se puede visitar, se puede ir a pie (dando un buen paseo, eso sí ) o en coche, y por el camino se puede hacer una parada en el molino de viento de Collioure, que todavía se utiliza para producir aceite de oliva.
Hay mucho más que hacer en Collioure, pues además de las playas de la bahía hay abruptas calas a la espera de ser descubiertas por los foráneos, bodegas cuyos viñedos apuran el terreno hasta casi mojarse en el Mediterráneo, y pueblos vecinos, como Port-Vendres, que bien merecen una visita si sobra un poco de tiempo antes de partir en busca de un nuevo destino.
Qué ver
- Castillo Real de Collioure (Château Royal)
Quai de l’Amirauté
Temporada alta (abril a septiembre): de 10:00 a 19:00
Temporada baja (octubre a marzo): de 10:00 a 17:00
Cierre: Algunos días festivos pueden tener horarios reducidos o cierre total.
Nota: Se ofrecen visitas guiadas en determinados horarios y en varios idiomas.
- Iglesia de Notre-Dame-des-Anges
Place de l’Église
Abierta todos los días. Los horarios de apertura varían, pero generalmente es accesible desde las 09:00 hasta las 18:00.
Entrada: Gratuita, pero se pueden aceptar donaciones.
- Fort Saint-Elme
Route du Fort Saint-Elme
Temporada alta (abril a octubre): de 10:00 a 19:00
Temporada baja (noviembre a marzo): de 10:30 a 17:00
Cerrado en invierno los lunes y durante algunos días festivos.
La visita es auto-guiada, pero también se ofrecen visitas guiadas bajo reserva.
- Le Moulin de Collioure
Chemin du Moulin
El molino es un sitio al aire libre, por lo que se puede visitar en cualquier momento.
La producción de aceite de oliva puede no estar en funcionamiento en todas las épocas del año.
- Museo de Arte Moderno de Collioure
Rue de la République
De abril a septiembre: de 10:00 a 12:00 y de 14:00 a 18:00
De octubre a marzo: de 10:00 a 12:00 y de 14:00 a 17:00
Cerrado los martes y algunos festivos (Navidad y Año Nuevo, entre otros).
- Ruta del Fauvisme
Inicio en Quai de l’Amirauté (recorrido autoguiado por el pueblo).
Los paneles con información sobre las obras de Matisse y Derain están disponibles en varios idiomas.
Desde Gasteiz
Distancia aproximada: 500 km
Duración: 5-6 horas (dependiendo del tráfico y paradas)
Ruta recomendada:
Toma la AP-1 desde Vitoria en dirección sur.
Sigue por la AP-2 hacia Zaragoza.
Continúa por la AP-7 hacia el este, siguiendo las indicaciones hacia Girona y luego hacia Francia.
Cruza la frontera y sigue las indicaciones hacia Collioure (puedes salir en Perpiñán Sur y tomar la D914 en dirección Collioure).
FOTOGRAFÍA: Txus Díez








