A los 11 años, cuando iba a sexto de EGB, Iñaki Zubizarreta fue “elegido”. Fue elegido para ser la víctima de un compañero, y de todos los que se sumaron al abuso contra esa persona vulnerable, incluidos padres de la escuela y sobre todo su propia tutora. Es lunes, 13 de enero de 2025, e Iñaki explica ante una veintena de madres y padres, en el centro cívico de Nanclares de la Oca, que el motivo último para ser una niña o un niño acosado es sencillamente ese, ser elegido para serlo.
Iñaki, a los 11 años, pasaba del metro ochenta, era desgarbado, descoordinado, y venía de una situación muy complicada en su casa. En el colegio olieron sangre fresca y le destrozaron la vida, porque aunque tras muchos sacrificios triunfó en el deporte de elite -es campeón de la Copa del Rey con el Pamesa Valencia- y además supo reciclarse profesionalmente tras la retirada -ahora es masajista en Getxo-, la “rabia mala” por todas las humillaciones, las palizas y la soledad que sintió entonces le acompañó hasta no hace tanto.
El suicidio de Jokin Zeberio
Todo estuvo a punto de torcerse para siempre cuando, hace justo veinte años, Jokin Zeberio se suicidó en Hondarribia. El chaval tenía 14 años y con su muerte visibilizó una realidad hasta entonces silenciada por la sociedad, por las instituciones, por los colegios, por los compañeros de quienes la sufrían y por las propias víctimas, que acababan cargando con la culpa que no sentían sus acosadores. “Acabas creyendo que eres lo que te dicen que eres”, dice Iñaki.
“Acabas creyendo que eres lo que te dicen que eres”
El “ángel bueno” ganó dos veces
En aquel otoño de 2004 estuvo a punto de cometer una locura, y no contra sí mismo precisamente, espoleado por el suicidio de Jokin, pero una vez más ganó el “ángel bueno” que a los 11 años le convenció de que no se tirara por el acantilado de La Galea.
A partir de ese momento fue aprendiendo a aparcar la rabia, y con la ayuda de terapeutas y de su mujer ha conseguido que lo que a él le sucedió sirva para algo. “En este país se suicidan entre 4 y 6 chavales todos los días, y eso no sale en ningún sitio”, advierte Iñaki. Por eso dedica su tiempo a ir a los colegios -este lunes ha estado en el Instituto Badaia- a contar su historia, y además de reconfortar a quien padece el bullying en soledad, a menudo consigue que las víctimas levanten la mano y digan que lo son, y a veces incluso los acosadores son quienes rompen ese silencio.
“En este país se suicidan entre 4 y 6 chavales todos los días, y eso no sale en ningún sitio”
El proyecto Ehunbide
Ahora Iñaki Zubizarreta se ha embarcado en un nuevo proyecto, que se suma a las charlas o al cómic Subnormal, que retrató con la crudeza que procede su infancia de niño acosado, pero también su salida del pozo. Iñaki va a trabajar con la Fundación Ehunbide en el acompañamiento a familias y menores en situación de acoso escolar, con el apoyo de Fundación Vital. El lunes aprovechó la ocasión para presentar a madres y padres a las promotoras de esta iniciativa, con la que se puede colaborar a través de su web.
La pandemia y el móvil
Su voz, que el curso pasado llegó a 21.000 chavales, dará un impulso necesario a Ehunbide, porque hay muchas niñas y niños “rotos”, y muchos más después de la pandemia. El covid trastocó muchas cosas, pero hay algo que ya nos había cambiado antes a todo el mundo. El acoso que antes tenía sus horarios, el del patio, el de los descansos entre clases, el de la salida del instituto, dura 24 horas al día desde que existen los smartphones. “No hay un momento de paz”, explica Iñaki, que en la charla de Nanclares señala que todo el mundo es culpable de lo que sucede, también quienes le escuchan en ese momento, las madres y los padres.
El teléfono es un arma para el acoso y el control parental sobre estos artefactos es casi inexistente, pero el móvil es también el muro que está separando a los chavales de quienes tienen la responsabilidad de garantizarles un espacio seguro, y no porque los menores echen horas y horas todos los días delante de una pantalla, que lo hacen. “Dejad los móviles, no los niños, los padres”, nos pide Iñaki al final de nuestra entrevista.
“Dejad los móviles, no los niños, los padres”
Se va después de revivir su pesadilla delante de un montón de desconocidos, pero lo ha hecho muchas otras veces y con ello ha conseguido además ayudar a un montón de gente. “El niño roto está recompuesto, y ya no duele”, asegura.
Escucha la entrevista en nuestro podcast.
FOTOGRAFÍA: Txus Díez