En la costa atlántica francesa, en las Landas, el sol no siempre se deja ver, bien lo saben los lugareños, pero si lo hace, y si además lo hace poco antes de desaparecer por poniente, nos ofrecerá un espectáculo majestuoso. Solo por ver esos ocasos sobre el Golfo de Bizkaia merecen la pena las apenas tres horas de coche separan Gasteiz de Mimizan-Plage, apéndice costero de la comuna del mismo nombre.
Mimizan-Plage está ubicado justo en la mitad de la inmensa playa que abarca desde la desembocadura del Adour hasta la del Garona, y se construyó en forma de cuadrículas perfectas sobre las enormes dunas landesas, frontera natural -aunque no tanto, luego lo explicaremos- entre el océano y los bosques que son seña de la localidad. El pueblo acota y domestica el último tramo de la Courant de Mimizan, el río que hasta su muerte en el Atlántico baja a lo largo de siete kilómetros desde el lago de Aureilhan. Es este río, ría ya a la altura de Mimizan-Plage, el que separa las dos zonas diferenciadas del pueblo; la norte, donde se concentran bares, creperías y bistrots, tiendas de ropa surfera y de souvenirs, mercados, áreas peatonales y hasta una plaza de toros; y la sur, más integrada en la espectacular naturaleza de la zona.
Balneario para aristócratas
A eso, a disfrutar de esa naturaleza, es a lo que acude en cada temporada estival el turismo, principalmente surfistas, cicloturistas, y urbanitas que tienen su residencia de verano en las manzanas de aire estadounidense de un pueblo que nació como apéndice costero del pueblo interior de Mimizan. Fue a finales del siglo XIX cuando, al calor de la moda de tomar baños de mar que instauró la emperatriz Eugenia de Montijo, la que hizo de Biarritz el epicentro de la Belle Époque, se levantó frente a la playa un balneario de madera.
La Perla del Norte
En Mimizan-Plage no vamos a encontrarnos monumentales hoteles ni tiendas de lujo. Bastante más de un siglo después de que, el 20 de marzo de 1905, la costa landesa fuera bautizada como la Côte d’Argent, la Costa de Plata, por el periodista y escritor Maurice Martin, que formaba parte de una caravana de coches un tanto pija que recorrió la zona desde Arcachon hasta Biarritz, lo único que queda de aquellos tiempos de glamour es ese color de plata al que hacía referencia el poeta, el que tiñe el mar al alba y al atardecer. De hecho, cada tarde, la gente acude al paseo marítimo con un helado o una caja de pizza para ver el baratísimo y grandioso espectáculo de ver cómo el sol se hunde en el océano.
Mimizan-Plage, La Perla del Norte de la Costa de Plata, solo tiene hoy de rimbombante el apelativo, pues es un lugar relajado pero vivo, si el tiempo acompaña, en el que la etiqueta dicta que a cenar fuera se va en chanclas, y no con vestidos de lino blanco ni joyas, un lugar que la cultura del surf, el campismo y la bicicleta han sembrado de naturalidad; un pueblo en el que conviven en armonía -y con espacio para aparcar- los BMW X7, los meharis y los Renault Clio oxidados.
Así pues, si decidimos hacer una escapada a Mimizan-Plage tendremos, básicamente, tres cosas que hacer: ir a la playa, andar en bici y contemplar cómo se detiene el tiempo durante unos días.
Las rutas en bici
Son muchas. En la región de Las Landas hay pinos por todas partes. Napoleón III -el marido de Eugenia- ordenó extender por doquier esta especie, que desde siempre había crecido en la zona, para contener las dunas y estabilizar y sanear un terreno pantanoso que cambiaba con cada nuevo temporal. Por eso decíamos antes, y prometíamos explicar después, que la sospechosamente recta línea de dunas landesa no es la frontera natural entre el mar y el bosque cultivado más grande de Europa. Antes de la gran plantación, Las Landas eran una gigantesca marisma en la que los ríos desembocaban cada década por un sitio diferente y los pinos, hoy la principal fuente de recursos de la comarca junto con el turismo, crecían donde podían.
Estos pinares están repletos de senderos llanos y sombreados que parecen diseñados expresamente para recorrerlos en familia. En Mimizan-Plage encontraremos, a poco que busquemos, tiendas de alquiler de bicis para nuestra excursión, eléctricas y de tracción humana, a precios más que razonables.
El faro de Contis
Como señalábamos, las posibilidades son muchas, desde hacer la ruta a Mimizan Bourg, el pueblo interior, pasando por el lago, hasta la que proponemos aquí, la ida y vuelta al faro de Contis, unos 30 kilómetros en total de suave pedaleo entre retamas, brezos, castaños y, obviamente, pìnos.
El faro, construido en 1862, tiene 38 metros de altura, funciona -es el único que todavía guía a los barcos en la región- y para disfrutar de las vistas que ofrece hay que subir 183 escalones. Si se puede, y se entiende que si se ha ido en bici desde Mimizan es así, merece la pena el esfuerzo.
La playa
Ya hemos dicho que entre Arcachón y la desembocadura del Adour solo hay una playa, un inmenso arenal, por lo que podemos dejar la bici donde más nos apetezca y echarnos al mar en cualquier momento. Sin embargo, dado que por su tamaño no hay aglomeraciones en ningún sitio, y que las corrientes del Atlántico son en esta zona especialmente virulentas, es recomendable quedarse en Mimizan-Plage, donde hay servicio de socorrismo y podremos, además, recibir unas clases de surf en las escuelas de la zona.
Mimizan-Plage es, como toda la región, un paraíso surfista. Este deporte entró en Europa por Biarritz, su huella se deja notar por todas partes, y su práctica es tan natural allí como pegarle patadas a una pelota en cualquier otra parte del mundo. Y seguramente por la raigambre de esta tradición, en Mimizan también hay un espacio para la versión urbana del surf. Un gran skate park, junto al casino y el camping del pueblo, permite practicar deportes de deslizamiento también en seco.
Adrenalina en Biscarrosse
Si se da la circunstancia de que, pasados unos días, nos vamos cansando de vivir tan relajados, a unos 50 kilómetros de Mimizan-Plage hay un lugar en el que pequeños y mayores pueden liberar adrenalina durante una hora o dos. Será difícil que el físico les dé para más, por muy en forma que estén.
El lago natural de Biscarrosse, el segundo mas grande de Francia, además de ofrecer un entorno natural admirable, alberga en sus aguas un parque acuático al estilo Humor Amarillo, una húmeda yincana en la que los niños disfrutarán trepando, saltando al agua y fijando en la retina la impagable imagen de sus padres, embutidos en chalecos salvavidas y volando por los aires mientras agitan los brazos. Es una experiencia, como decimos, impagable, pero cuesta dinero; desde 15 euros, y con un suplemento de otros 10 para acceder a la, atención, Catapulta Gigante.
Es también una buena manera de poner fin a un puente o unas vacaciones cortas en Las Landas y volver a casa con el coche lleno de arena, las mejillas tostadas por el sol y una gran y relajada sonrisa en la cara.
Desde Vitoria-Gasteiz: 267 kilómetros que se completan en unas tres horas por la AP-1, AP-68 y la A-63, donde tomamos la salida 14 y la carretera D-38 y la D-652.
Alquiler de bicicletas:
Vélos d’Albret, 8 Rue de Casino
Cycles en Born, 43 Av. Maurice Martin
Beach Bikes Mimizan, 14 Rue de la Poste
Cursos de surf:
Surf School Silver Coast. Page Nord Remember, Avenue de la Côte d’Argent
École de surf La Garluche. 12 Avenue de la Côte d’Argent
Mimizan Surf Academy. 2 Avenue de l’Océan
FOTOGRAFÍA: Txus Díez