Como venimos contando todo este año, en este 2025 la Reja de San Millán, el prosaico documento contable redactado para dejar constancia de los pagos de impuestos en Álava al monasterio de San Millán de la Cogolla, cumple mil años.
La efeméride merece una celebración acorde con su relevancia, y en esa línea se están desarrollando diferentes iniciativas, quizá no las suficientes, para dar a conocer este documento clave en nuestra historia, y de paso saber un poco más sobre nuestras raíces y nuestro pasado.
El pasado jueves, el Ayuntamiento de Maeztu acogió una charla del arqueólogo y divulgador Ismael García-Gómez, autor del canal de YouTube Historias de Vitoria y Álava, que ante un nutrido auditorio explicó, tras la introducción del filólogo Joseba Abaitua, cómo eran Bahaeztu y su área de influencia hace mil años, su organización social y económica, su contexto político.
Los caminos
Todo empieza, señalaba Ismael, por los caminos, los lugares por los que la gente va de un lado a otro y que acabaron por determinar el lugar en el que nacerían nuestros pueblos de hoy en día, cuando Europa occidental fue superando el caos posterior a la caída del imperio romano. En Arraia-Maeztu, dijo, ha detectado tres caminos que confluyen en Maeztu; uno que llega por la ermita de Nuestra Señora del Campo, el eje Calahorra-Santander, que entra en Álava por el sureste y sale por Valdegovía; y el conocido como bypass de la Llanada, una ruta alternativa, más protegida, a la vía romana Astorga-Burdeos.
La política
En el año 1025, lo que hoy es Arraia-Maeztu dependía ya del monasterio de San Millán, después de que unos años antes el Condado de Álava pasará a la órbita del pujante Reino de Navarra, tras haber sido una entidad política independiente que empezaba a la altura de Bernedo y acababa en el Cabo Matxitxako. Ismael hizo un pormenorizado relato de cómo las cuitas y pleitos entre primos de sangre real alteraban la configuración política del territorio sin que sus habitantes notaran, en general, cambio alguno.
Los impuestos
Había pues que pagar a los monjes, que se cobraban sus tributos con los mejores productos de cada zona. En Álava ese producto era el hierro, muy fácil de extraer, y de ahí que se recaudara en rejas de arado. Y aquí toca puntualizar, señalaba el arqueólogo. La reja, posiblemente, era más una unidad de peso que el extremo metálico de un arado, y además los impuestos también se cobraban, según en qué pueblos, en corderos.
Recorridos de un día
La Reja, como ya señaló en su día a ZUK el medievalista Ernesto Pastor, era probablemente un compendio de documentos, más que un único libro de cuentas. Fue unos años después cuando los monjes montan un becerro, un libro con tapas de piel de este animal, que recoge en un par de folios esos tributos junto con muchos otros documentos que nada tienen que ver con la Hacienda alavesa de 1025. Esta “copia de seguridad” refleja que, en Arraia-Maeztu, casi todos los pueblos pagaban dos rejas, y está redactada “con la lógica” de quien va pueblo por pueblo cobrando, como explicaba Ismael y ya apuntaron hace varias décadas Alberto Gárate y Enrike Knörr. “Parecen recorridos de un día”, dijo el arqueólogo.
Veamos si es así. He aquí la transcripción del listado en lo que atañe a Arraia-Maeztu: «Harrahia, XIII regas: Sancta Pia, duas regas. Atahuri de suso, duas regas. Atahuri de iuso, duas regas. Okerhuri, duas regas. Savando de suso, duas regas. Sabando de iuso, duas regas. Ebissate, duas regas. Donnas, duas regas. Mussitu, duas regas. Kerrianu, duas regas. Haizpilleta, duas regas. Erroheta, duas regas. Allegga, duas regas. Cekungau, duas regas. Elhorzahea, duas regas. Bahaeztu, duas regas. Kessalla, duas regas».
La foto de una realidad muy anterior
Explicaba Ismael, como ya señaló Pastor a este periódico, que la Reja era la foto de una realidad que probablemente había nacido varios siglos antes, la del asentamiento de los pueblos alaveses donde siguen hoy en día, bajo la circunscripción eclesiástica del Obispado de Álava y con unos pocos focos de poder celestial, Armentia, Estíbaliz y el monasterio de Santa Pía, en Cicujano.
En todo caso, en aquellos tiempos las iglesias las construían los nobles y en materia espiritual hacían y deshacían un poco a su antojo, señalaba García-Gómez. Esos nobles estaban bien ubicados en una escala social que encabezaban el rey Sancho III el Mayor y su esposa Muniadona, rodeados por los seniores alaveses Muñoz, Velaz, Iñiguez o Ramírez, que poco pisaban su tierra. Sí que estaban aquí los dompnos, los grandes terratenientes (Mussius, por ejemplo, sería el amo del área de lo que hoy es Musitu), cuyas fincas solían venir con familia labradora incluida. Eran estas personas los casatos, los siervos.
Huelga decir que toda esta información, tan pegada al terreno, no defraudó al público de todas las edades que acudió al Ayuntamiento de Maeztu a conocer un poco mejor su historia, y así el turno de preguntas abrió un melón del que podrían salir dos o tres conferencias más.
FOTOGRAFÍA: AFA Hirigintza/Txus Díez