Los mil años (como poco) del euskera en Álava

El filólogo Joseba Abaitua explica el valor excepcional que tiene la Reja de San Millán para aproximarnos a la situación lingüística de Araba hace un milenio

Si dispusiéramos de una especie de web cam que nos permitiera viajar en el tiempo, toda la gente que se dedica a estudiar nuestra Historia cumpliría el quimérico sueño de dejar atrás las hipótesis y ver con sus propios ojos cómo vivían nuestros antepasados. No tenemos esa cámara mágica, pero sí disponemos de una foto de la Álava de hace mil años, un escueto listado de más de 300 pueblos que pagaban tributos en forma de piezas de hierro, y en algunos casos de ganado, al monasterio de San Millán de la Cogolla.

La Reja de San Millán, como ya contamos anterioridad en ZUK, es un tesoro que nos dejaron en 1025, sin pretenderlo, los monjes riojanos, un documento que nos revela que hace un milenio la Araba que hoy conocemos ya había nacido. Nos dice que antes de que surgieran las ciudades y los estados-nación, Abetxuko, Lopidana, Ribabellosa, Apodaka, Alaiza, Nafarrate, Marieta, Muniain, Araia, Audikana o Ereña estaban donde están ahora y se llamaban igual, como el Hagurahin de la imagen que ilustra esta información.

Un testimonio único de valor incalculable

Pero además esa foto nos deja un testimonio único sobre la historia del euskera en Álava, la imagen detenida de la lengua vasca unos pocos años después de que, también en San Millán, alguien anotara sobre las páginas de un libro escrito en latín unos apuntes en euskera y castellano, las frases más antiguas que conocemos en ambos idiomas, las Glosas Emilianenses.

¿Y qué nos dicen los nombres que tenían los pueblos alaveses en el 1025 sobre el euskera que se hablaba en el territorio en esa época? Mucho, ciertamente. Joseba Abaitua, filólogo vasco, profesor en Deusto y vecino de la Montaña, atiende a ZUK en un bar de Gasteiz, frente a un ordenador portátil y un par de cafés, para profundizar en una cuestión a la que ha dedicado muchas horas de su carrera profesional. “La Reja es una foto fija de la situación lingüística de Álava, esencial para la historia del euskera, porque para el romance hay más información”, detalla.

“La Reja es una foto fija de la situación lingüística de Álava, esencial para la historia del euskera, porque para el romance hay más información”

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Joseba nos explica que se entregó a esta materia porque le fascinaba el extraño hecho de que la toponimia de Arraia-Maeztu fuera netamente vasca y en cambio en la colindante Campezo, justo al lado y sin especiales barreras físicas de por medio, el tránsito desde el latín se hubiera producido «sin dejar atisbo de euskera».

De ese estudio surge una apuesta firme por la hipótesis de la vasconización tardía. Vamos a entrar en harina y a describir, con su ayuda, la historia de cómo el euskera llegó a Álava y el fundamental papel que tuvo el territorio para fijar la distribución geográfica actual de la lengua en todo el occidente de Vasconia.

La Reja hace de terminus ante quem, es decir, aporta una clara imagen de cómo era la situación lingüística previa a 1025. El documento se atribuye a los monjes encargados de recaudar los impuestos (en hierro) para el abad de San Millán, por entonces también prelado de Álava, o a sus antecesores en la encomienda.

El ‘euskalki’ alavés, el dialecto occidental

Esa imagen es la de un euskera que ya entonces, hace mil años, se había desgajado del tronco común. En Álava nuevo ya no era berri, era barri; villa ya no era hiri, era huri; molino, además de errota, era también borin; y las zonas pantanosas eran padura y luego madura, según la lengua cabalgara hacia poniente o levante.

Además, explica Abaitua, en un proceso simultáneo al que vivió el romance castellano, para el 1025 el euskera ya había adoptado el artículo, solo que los euskaldunes lo pusieron detrás, con la forma -ha, de la que es heredero el artículo actual a (hura en el resto de dialectos). Es lo que tendríamos en Adurzaha, Arroiaha, Betellogaha, Otazaha y también en Elorzahea, “con un llamativo hiato (-hea, como en la variante occidental alabea la hija) que ha dado tanto de qué hablar entre los especialistas”, señala Abaitua. Las formas de plural -eta y -aga también estaban ya presentes y compitiendo entre ellas (Andozketa, Gazaheta, Sagassaheta, Harrieta, Arriaga, Arzubiaga, Harrizavallaga, Elhorriaga), así como los colectivos -tza/-tzu (Izarza, Artazaha, Hazua, Zuhazu, Zumelzu).

La convivencia del euskera y el castellano hace un milenio

La Reja también nos dice hasta dónde llegó la expansión geográfica del euskera, si la cotejamos con un mapa del territorio. Los nombres euskaldunes se suceden de este a oeste, hasta el confín occidental de la Llanada; hacia Treviño y parte de la Montaña al sur, y por el noroeste hasta Kuartango, pero más allá de los desfiladeros de Subijana Morillas y las conchas de Arganzón, salvo muy contadas excepciones (como se puede deducir de Basconguelas), desaparecen. A partir de aquí los pueblos se llaman Molinilla, Frasceneta, Billavizana, Ripavellosa, Quintaniella o Billaluenga, nombres tomados de una lengua que acababa de nacer en los límites de la Sierra Salvada y de Valdegovía, y que hoy hablan más de 600 millones de personas. El castellano y el euskera, al igual que ocurre hoy, ya convivían hace mil años en Araba.

Las invasiones bárbaras

¿Y cuál fue el proceso que llevó a la situación de 1025? ¿En qué idioma hablaban en el territorio antes de que nacieran las lenguas romances? En alguna lengua hispanocelta, antes del siglo I (Araia, Araiko, Araka, Berganzo, Caranca, Cárcamo, Gebara, Toloño); y en latín (Cicujano, Durana, Leciñana, Lopidana, Transponte, Quartango, Zurbano), cuando los romanos ocuparon Hispania. Fue en el momento en el que el Imperio se desmoronó y se produjeron las invasiones bárbaras, a partir del siglo V, cuando el euskera llegó a Álava, explica Joseba Abaitua. Los vascones del Pirineo se sumaron a la ruta abierta por los suevos en su camino hacia la actual Galicia, desde la Cuenca de Pamplona entraron en Araba por la Sakana y se quedaron aquí. Eran la nueva élite, y como explica el profesor, el idioma de las élites es el que acaba hablando todo el mundo.

Palabras congeladas

En todo este proceso sociolingüístico, algunas palabras quedaron fosilizadas y han llegado hasta nuestros días como nombres propios, carentes de significado para quienes las usan. Así Ermua, Opakua, o Luku son términos latinos que significan yermo, umbría y bosque sagrado. Por su parte, el término latino saltus (arboleda de la que se extrae leña) y que se contrapone a ager, tierra de cultivo (en la Reja, el diminutivo Agellu), dio en lengua vasca la palabra zaldu, de donde se forma Zalduondo, localidad que efectivamente estaba y está donde termina el campo y empieza la montaña.

En cambio, en el oeste de Araba, saltus “inició la típica evolución romance”, hacia sautu (igual que salce > sauce), y quedó congelado hasta llegar a nuestros días convertido en un apellido típico de Álava y Bizkaia (Sautu, Sautuola) cuyo significado a primera vista no es fácil de interpretar. También forma parte de “topónimos muy reveladores”, como Ermusautu (Zuia), Onsoñosautu (Amurrio), o Sauturri (Treviño). En cambio, explica Joseba Abaitua, en las zonas de lengua romance sautu muy pronto pasó a ser soto, palabra que además de figurar en el DNI de mucha gente sigue siendo un “sitio poblado de árboles y arbustos”, según la RAE. En asturiano y gallego la -o- luego diptongó para dar souto, con el mismo significado.

Al valle del Deba por Salinas

Como hemos dicho, en Álava es donde aparece por primera vez una nueva variante del euskera, la occidental, que según Abaitua acabó penetrando en el valle del Deba por el puerto de Salinas de Léniz y luego se expandió hacia el oeste y se asentó como el idioma materno de decenas de generaciones hasta llegar a nuestros días.

Al sur de Álava, en cambio, en los valles del Oja y el Tirón, en La Rioja y Burgos, el euskera solo es el idioma materno de los veraneantes, pero basta echar un vistazo a su toponimia para razonar que la expansión desde la Llanada también llegó hasta estas latitudes, habida cuenta de aquí también encontramos uris (Bardauri, Remelluri, Ollauri, por ejemplo).

El listado de la Reja, en todo caso, se circunscribe a un espacio físico acotado, “que algún medievalista asocia con el antiguo obispado de Álava”, pero tan nutrido de información con respecto a la lengua vasca que, como insiste Joseba Abaitua, es un tesoro de valor incalculable.

Como en Inglaterra, Bretaña o Lombardía

En algunas ocasiones se ha puesto en duda, en ese sentido, que el euskera llegara al territorio de la manera que hemos explicado, pero el profesor recuerda que es un proceso que en tiempo y forma se reprodujo por toda Europa, en lo que hoy es Inglaterra, la Bretaña francesa, o Lombardía, por ejemplo, y destaca la relevancia de que Álava fuera el punto de apoyo para dar ese impulso hacia occidente al idioma.

Dada por tanto la relevancia de la Reja para conocer la historia de Álava y del euskera en el territorio, y el redondo aniversario en el que estamos inmersos, Abaitua se muestra “decepcionado ante el escaso entusiasmo mostrado por parte de las autoridades académicas y culturales de Álava”, y señala en ese sentido que, salvo los actos organizados por el barrio de Adurtza de Gasteiz y una conferencia en el Círculo Vitoriano, “poco más se ha hecho hasta hoy”.

Estoy decepcionado ante el escaso entusiasmo mostrado por parte de las autoridades académicas y culturales de Álava”

Sí que para las próximas semanas está prevista otra conferencia en Maeztu, y que en octubre se celebrará un ciclo de seis conferencias en Ignacio Aldecoa, promovido por el Archivo Provincial y la Facultad de Letras, o que la Fundación Sancho el Sabio acogerá una mesa redonda sobre la Reja, pero el profesor echa de menos “un gran congreso monográfico; la ocasión se lo merecía, pero no se va a hacer”, lamenta. “Hasta dentro de diez siglos –concluye- no habrá ocasión de celebrar una efeméride similar a la de este año”.

Hasta dentro de diez siglos no habrá ocasión de celebrar una efeméride similar a la de este año”

FOTOGRAFÍA: Txus Díez/Edición electrónica del ‘Becerro Galicano’

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Txus Díez

25 de mayo de 2025

Fundador de ZUK. Periodista y fotógrafo comprometido con el territorio.